24.10.13

¿No?

Quiero los besos que nunca te daré, las caricias que se opacan con el tiempo y las sonrisas que desaparecen de tu mente. Yo sé que no recordarás esos días de otoño cuando mirábamos las hojas caer mientras estábamos acostados en el pasto frío, pero con tu mano cálida sobre la mía.
Cuando mis manos se enfriaban por el paso del invierno, tu las soplabas entre las tuyas y las calentabas o me dabas tus guantes así te estuvieras muriendo de frío.
Cuando paseábamos buscando regalos para nuestros familiares y secretamente comprabas para mí y yo secretamente elegía para ti una linda camisa que después se convertiría en mi favorita puesta sobre ti.
Cuando me entró ese ataque de pánico en el subterráneo por la cantidad de gente, trataste de agarrarme pero mi cuerpo te rechazo y aun así te quedaste allí para mí, me cogiste de la mano y dijiste que todo estaría bien. La primera vez que me sentí protegida.
Y cuando llegó el día en que te informé que íbamos a ser padres y lloraste como un pequeño bebe acurrucado en mi vientre, tratando de escuchar eso que todavía no estaba completamente formado.
Pensar que pasé esos nueve meses preocupada por tu actitud, ya que eras padre primerizo y no sabías que hacer, no me tocabas porque pensabas que me podías lastimar y a tu hijo también.
Cuando el día llegó, estabas envuelto en sudor, llorando porque era el fruto de nuestro cariño. Tu lo único que podías hacer era esperar hasta que por fin llegó. Tu hijo, nuestro hijo, era lo más hermoso del mundo y por fin sentí que sería la mejor madre y tú el mejor padre.
Todo esto se convirtió en cenizas malhumoradas del cigarro que tuve que apagar…

Esta historia puede continuar… o ¿no?