Pasé el filo ligeramente por mi
muñeca. Sentí como un pequeño escozor y, lentamente, empezaron a
aparecer pequeñas burbujas de sangre. Sentí euforia, terror, fascinación
y asco. Tuve una subida de adrenalina seguida de una profunda sensación
de calma. El caos cesó en mi cabeza. Todo era simple, nada era
complicado. Los sentimientos de rabia, odio y confusión habían remitido.
Sentí que me habían tranquilizado, adormecido. ».... Escrito por Clare Gerrard, para The Guardian. 28 noviembre 2003.